Los dados de Dios
Recogió las cuatro figuras volumétricas con su extremidad izquierda, y sin sacudirlas, las lanzó contra el cúmulo de galaxias más grande que se movía imperceptible en la oscura inmensidad del gigantesco tablero.
Recogió las cuatro figuras volumétricas con su extremidad izquierda, y sin sacudirlas, las lanzó contra el cúmulo de galaxias más grande que se movía imperceptible en la oscura inmensidad del gigantesco tablero.
Ingresó con pasos lentos e inseguros, al tiempo que observaba desconcertado el extraño acabado arquitectónico del lugar.
-Entonces… ¿Esto es todo?- preguntó, algo ansioso pero con un leve dejo de desilusión.
-¡O no! Claro que no. Hay mucho, mucho más, tanto que…- la voz se detuvo. Y al continuar, él pudo notar como el tono de la misma se impregnaba con algo de duda y fastidio-. No me lo tomes a mal. Pero, lo cierto es que ni siquiera vale la pena el esfuerzo de intentar darte a entender la magnitud de todo lo que hay. ¡Pero oye!- el tono sonó burlón esta vez-. Aquí me tienes. Nadie, de entre los tuyos, podrá jamás decir lo mismo.
-¿Si? bueno, no se perderán mayor cosa- interrumpió sarcástico y un poco molesto por la sinceridad de la respuesta.
-Si tú lo dices… - agregó aquella voz, en tono condescendiente.
El eco de las últimas palabras resonó levemente antes de extinguirse. Mientras, él seguía mirando de un lado a otro la inmensidad de aquel sitio, intentando grabar en su mente cada una de las formas que adornaban las gigantescas paredes.
-Así que… ¿Realmente eres tú?- le interrogó.
-Preguntas cosas para las que ya tienes respuestas. Creo que esto fue una mala idea.
-¡Oye! Fue tú idea.
-No, no lo fue.
-¿Es tanto pedir una respuesta directa?
-Como quieras chico. Es tu tiempo-. Un suspiro de resignación se dejó escuchar y continuó-. Soy lo más cercano a una representación física que pueda adoptar, para presentarme fielmente en tu estado de realidad, de forma tal que las repercusiones de este encuentro no afecten otra cosa distinta a tu memoria. En pocas palabras, ya que estoy limitado a ellas en este instante… Un poco más de mi frente a ti, sería transformarte a ti en una obtusa nada ante mi. ¿Y no queremos eso? ¿O si?
-¡No!-. Sin embargo tardó algo en responder, y obviamente, sabía que su duda había sido percibida-. ¡Claro que no!-. Se apresuró a declarar nuevamente, intentando convencerse más así mismo que a su interlocutor.
-¿Algo más?- esta vez la voz sonó impaciente.
-La verdad, creo que es todo lo que una vez pensé que sería. Realmente no tiene mucho sentido hablar contigo- afirmó algo desanimado.
-Bueno, el sentimiento es mutuo.
La respuesta no lo disgustó, pero lo hizo sentirse como un desahuciado que encontraba una última y recóndita necesidad de seguir viviendo, una necesidad que solo haría más dolorosa su agonía. Así que decidió no callar aquel momento, aun sabiendo que estaba de sobra el intentar vocalizar todo aquello que sentía y pensaba.
-Nunca comprenderás la soledad, el vacío, la descomunal sensación de ausencia que desesperadamente buscamos llenar con lo que encontramos más conveniente. No entiendes que es un completo caos allí abajo y nada de lo que hacemos parece tener sentido y sin embargo continuamos incansablemente intentando encontrárselo a algo.
-¡Si lo comprendo!- se apresuró la voz a replicar-, créeme. Lo entiendo, otra cosa muy distinta es que no me interese.
-¿Como puede ser eso posible?- se odió por la credulidad que implicaba aquella pregunta.
-Lo pondré de esta forma- respondió la voz-. Un cocinero comprende de matemáticas. Entiende que uno y uno son dos, pero tú y yo sabemos que además de usar los números para sus recetas, no tendrá jamás un mayor interés en la complejidad de la aritmética pura.
-¿Acaso podemos ser tan complejos?- preguntó, intentando darle algo de crédito a su especie.
Una carcajada resonó atronadora, y todo el lugar dio la sensación de tambalearse un poco. Sintió que su cabeza podría explotar allí mismo, y como un reflejo de supervivencia se llevo las manos hacia esta, cubriendo sus oídos, intentado apaciguar aquella extraña sensación que sin embargo no le causaba ningún dolor. Paulatinamente la estruendosa risa fue disminuyendo hasta que finalmente se detuvo. Se descubrió los oídos y bajo sus brazos. Aquella voz finalmente respondió.
-El cocinero no estudio aritmética porque le pareciera compleja, simplemente la encontró… aburrida.
Un silencio inundó el lugar.
-Creo que es hora de irme- dijo, a la vez que daba media vuelta para buscar el lugar por donde había ingresado-. Lamento realmente que nos encuentres tan tediosos como para que no puedas poner un poco más de atención a lo que sucede.
-¡Hey! no puedo hacer más de lo que ya hice- sentenció la voz, buscando algo de comprensión.
- Te creo- concluyó él, mientras iniciaba su camino hacia la salida-. Espero que los demás puedan entenderlo algún día.
-Bueno, siendo sincero contigo, me tiene sin cuidado pero, si lo logran, tal vez sería interesante verlo.
-Supongo que esta es la despedida entonces.
-Nunca se sabe chico, nunca se sabe.
-Adiós- termino diciendo, un tanto apesadumbrado.
-¿A mi?
La respuesta a su despedida, en forma de pregunta, hizo que se detuviese en la entrada y observará por encima de su hombro a quien le hablaba.
-Era broma- agregó la voz-. Sé que no te hizo gracia. Vete ya.
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