martes, 8 de junio de 2010
Despertar - 2 -
Sólo en ese instante pude entenderlo. Nada de lo que había acontecido antes de ese fugaz momento había logrado otorgarme la misma capacidad de comprensión. Y en medio de ese gigantesco vacío que sus palabras creaban en mi interior, una minúscula partícula de agradecimiento también surgía.
Ya nada de lo que pudiera hacer o decir podría generar en ella la indiscutible sensación de necesitarse estrechada por mis brazos, o de ahogar su deseo con mis labios.
Era otra, y dolorosamente pude entender que yo, muy a mi pesar, no había cambiado. Encendió otro cigarrillo, yo no apuré el último sorbo del café que impasible continuaba perdiendo temperatura.
Me supe perdedor de aquello que una vez pensé, no deseaba tener. Y ya no importaba cuanto fuese mi anhelo de retomar. La sentencia salió firme y clara de su boca, más intangible que el humo, pero permaneciendo en el aire por más tiempo que el hedor del tabaco quemado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Inapelable.
Me encantó ese final.
(El texto completo es un final además)
Amigo!!! Gracias por el comentario y por asomarte por acá.
Espero poder leer algo tuyo muy pronto.
Publicar un comentario