martes, 19 de enero de 2010

Despertar - 1 -



Me encontré allí sentado, sobre una reconfortable colina que me permitía observar el apacible mar. El aroma de las flores silvestres, por las que nunca me interesé y jamás aprendí sus nombres, llegaba hasta mí como si alguien hubiese quemado hace muy poco una barita de incienso.
Mis ojos se adaptaron rápidamente a la nocturna oscuridad. Al principio creí que todo era un sueño, pero las sensaciones que me producía lo que me rodeaba eran demasiado palpables, demasiado envolventes, demasiado físicas como para dar crédito a mi teoría de que aún dormía.


Al suave sonido que producían las olas, mientras golpeaban arrítmicamente los arrecifes y los riscos cercanos, se unieron los murmullos de algunos insectos y el lamento de lo que creí identificar como alguna especie de ave nocturna.
La temperatura era fría pero agradable. Y a pesar de lo reconfortante que me pudiese parecer todo, mi mente comenzó a llenarse de dudas, cuando los intentos de razonar lo que había pasado antes de despertar en aquel lugar, sólo me llenaban de interrogantes e incertidumbre.
¿Qué hacía allí sentado en la noche?, en aquel sitio que no podía reconocer, un lugar que no me era familiar y al que no podía recordar como había llegado.