«Miedo. El miedo atrae al temeroso… al fuerte… al débil… al inocente… al corrupto.
Miedo. El miedo es mi aliado»
Miedo. El miedo es mi aliado»
―Darth Maul
Y sí, soy un pesimista. Cuando escucho que alguien va a tener un hijo, o está planeando su boda, surge en mí un sentimiento de enorme pesar y lástima hacia los directamente involucrados, y en ese instante más que sonreír pronunciando unas forzadas “felicitaciones”, preferiría abrazarlos y darles mis más sinceras condolencias. Pero sé que muchos de estos optimistas al leer estas líneas, sentirán por mí esos mismos sentimientos de pesar y lástima, y quizás ni siquiera intenten entender o darse la oportunidad de aceptar la posibilidad de que alguien piense de esta forma y pueda sentirse pleno y feliz, pero no importa, estamos a mano, yo tampoco los entiendo.
Pero afortunadamente para esos optimistas, y desafortunadamente para mí, somos pocos los que pensamos igual. Los que pensamos que traer más hijos a este mundo es en lo absoluto un objetivo o meta loable y en cambio creemos que es el acto más inmisericorde, egoísta e irresponsable que se puede planear o llevar a cabo para con otro ser que esté vivo o que este próximo a nacer. También somos pocos los que estamos convencidos que la realización personal no está en la cantidad de títulos, o de dinero que hayas obtenido, o en la ingente desproporción de objetos acumulados. Y somos sólo algunos cuantos los que pensamos que entre dos personas no se conseguirá más felicidad, condicionando y amarrando cualquier mutuo acuerdo de amor, lealtad y fidelidad asignándole alguna etiqueta al otro, precedida por el determinante posesivo "mi" o celebrando algún tipo de ceremonia-contrato impuesto por obsoletas tradiciones de tiempos pasados; con los que la mayoría de parejas, autoengañándose, creen que podrán garantizar y forzar que los sentimientos que se profesan mutuamente sean más longevos, porque de no ser así, y si por cualquier motivo rompes las reglas, tendrás que atenerte a las consecuencias debido al incumplimiento de las clausulas incluídas en la letra pequeña.
Soy pesimista porque gran parte de las acciones y tradiciones que tienen por costumbre realizar la mayoría de las personas que se consideran “normales”, son impulsadas por uno de los más básicos y desoladores instintos… el miedo. Miedo a estar solos, miedo a la vejez, miedo a estar solos en la vejez, miedo a no ser exitosos, miedo a no ser aceptados, miedo a no ser amados, miedo a hacer y a ser diferente, miedo a equivocarnos, miedo a fracasar, miedo a ser olvidados, miedo a que se recapitule tu vida, sopesando tus logros bajo los estándares de una sociedad decadente y que alguien pregunte "¿qué es lo que has logrado?" y se den cuenta de que en esa evaluación, no hayas multiplicado de alguna forma los miserables talentos que te fueron asignados.
Y admito no estar exento de tal sentimiento. Yo por mi parte también estoy inoculado con la sepa de ese oscuro virus del miedo, ese que nos induce la mayoría de las veces el autoimponernos una camisa de fuerza que impide que actuemos y pensemos más libremente.
Pero anhelo y espero que algún día al sentirlo, este accione en mi de forma contraria a la que pienso actúa en la mayoría de otras personas. Que no me inhiba y me obligue a realizar lo de siempre, si no que me impulse a cambiar aún más mi modos, porque, lo confieso, lo que más deseo es desarrollar dentro de mi un incontrolable miedo al miedo.