Subes, bajas, corres, paras, sueñas, despiertas, creas, rompes, cruzas, chocas, ganas, pierdes. Odias… Amas.
El afán nos consume y olvidamos que el destino sin el viaje no tiene sentido. Que evolucionamos hacia el desvanecimiento, sin entender la importancia del vacío. Esa eterna percepción de soledad que hace tan satisfactoria la breve sensación de compartir cualquier cosa con alguien más.
Así que me detengo, me permito desvariar, divagar por un momento, entender que solo intento escapar continuamente del síndrome de la moderna mente ocupada, esa tan productiva y apreciada, esa que no piensa en tanta bobada.
Más si hay alguien a quien pedirle… me pido, por favor el darme cuenta a cada instante, que hay que vivir el aquí, hay que vivir el ahora. El ayer ya no esta no importa, y en cada nuevo despertar el mañana se ha esfumado sin dejarnos ni un guiño, ni una estela de su paso, manteniendo su ventajosa distancia para nosotros por siempre imposible de alcanzar.
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