¿Cómo negarlo? ¿Cómo opacar tan sencilla y natural expresión, que tan fácilmente es provocada por algo o alguien? Todos la sentimos alguna vez, y por lo general siempre nos acompaña, allí, latente, esperando la situación apropiada para aflorar como el más marchito y putrefactamente bello capullo de amargo rencor, uno de aquellos que egoístamente tratamos de mantener siempre oculto en lo más profundo de nuestro consciente, uno que pocas veces alcanzará la luz del día.
No obstante, no debe uno apresurarse en sentirlo, ya que si no es verdaderamente puro se tiende a vulgarizar la mística sensación embriagante que incluso puede volverse adictiva; se limita uno a liberar su fuerza en entorpecidos sonidos pronunciados ruidosamente que sólo desgastan los pulmones y que poco o nada permiten plasmar la verdadera oscuridad de la pasión que acude pronta a estos fugaces momentos.
Es indispensable poder reconocer la completa naturaleza de este estado, y aun más importante, intentar entenderla. Entender el cómo la razón procesa los elementos que encajan satisfactoriamente en la ecuación y enciende los mecanismos que reaccionan nublando la percepción de empatía y que amablemente nos impide prestar atención a otra cosa que no sea uno mismo.
¿Lo has sentido? ¿Los ojos inundados en llanto reprimido? ¿El calor en las orejas o en las sienes? ¿El ardor en el vientre? ¿El latido de las venas en tu cuello? ¿La asfixiante sensación de que puedes y tienes derecho a todo? Que tienes derecho a hacer saber al mundo entero que se han metido con la persona equivocada... ¿lo has sentido? ¿Acaso no es una verdadera lástima que tan feroz sentimiento tienda a ser tan fugaz como el amor? Y es que no lo puedo negar… de vez en cuando extraño mis viejos odios casi olvidados, aplacados, vencidos por el sinuoso peso de un blando caparazón de perdón.
Un verdadero desperdicio, sin embargo siempre me resulta satisfactorio el poder recordar que no todo lo puro es bueno.
No obstante, no debe uno apresurarse en sentirlo, ya que si no es verdaderamente puro se tiende a vulgarizar la mística sensación embriagante que incluso puede volverse adictiva; se limita uno a liberar su fuerza en entorpecidos sonidos pronunciados ruidosamente que sólo desgastan los pulmones y que poco o nada permiten plasmar la verdadera oscuridad de la pasión que acude pronta a estos fugaces momentos.
Es indispensable poder reconocer la completa naturaleza de este estado, y aun más importante, intentar entenderla. Entender el cómo la razón procesa los elementos que encajan satisfactoriamente en la ecuación y enciende los mecanismos que reaccionan nublando la percepción de empatía y que amablemente nos impide prestar atención a otra cosa que no sea uno mismo.
¿Lo has sentido? ¿Los ojos inundados en llanto reprimido? ¿El calor en las orejas o en las sienes? ¿El ardor en el vientre? ¿El latido de las venas en tu cuello? ¿La asfixiante sensación de que puedes y tienes derecho a todo? Que tienes derecho a hacer saber al mundo entero que se han metido con la persona equivocada... ¿lo has sentido? ¿Acaso no es una verdadera lástima que tan feroz sentimiento tienda a ser tan fugaz como el amor? Y es que no lo puedo negar… de vez en cuando extraño mis viejos odios casi olvidados, aplacados, vencidos por el sinuoso peso de un blando caparazón de perdón.
Un verdadero desperdicio, sin embargo siempre me resulta satisfactorio el poder recordar que no todo lo puro es bueno.
7 comentarios:
Al leer este texto me acordé de dos autores que me gustan mucho: Cioran y Schopennahuer, tiene un tinte de los dos. Leyendolo imaginé al autor como alguien veterano, con mucha experiencia y con estudios en cuestiones humanas, lo cual contrasta con la realidad.
Buen texto.
Verdaderamente lograste algo que es muy difícil, adentrarse en lo que nos hace humanos e intentar comprenderlo.
El último párrafo me mostró imágenes claras y sensacionales que no sé si han sido mías (tal vez intente arrinconarlas, de todas formas no está tan latente en mi, al menos no tan fuerte. La verdad es que apenas éste escrito viene a cuestionarme en esos asuntos). :-)
Por último, ese segundo apartado me enreda con tanto adjetivo, cuando los otros, también ricos en calificativos, no lo hacen. Pero eso es cuestión de estilo.
Me gustó.
Saludos.
Odiamos o amamos, ambos sentimientos pueden llegar a ser puros, y eso hace que el uno esté tan cerca del otro. Ambos sentimientos convergen en un mismo lugar, donde el abismo del uno es el paraíso del otro. Sólo se debe dar un paso.
Qué delicia, jajaja, me hacés sentir el deseo de sentir un odio invencible. Excelente br0, cuando lo leía sentía esas ganas de odiar algo o a alguien de que vieran que yo tengo derecho a todo! Me alegra volver a ver un escrito y además llegaste con fuerza :D .
Por cierto, por lo último que he leído tuyo, parece en conjunto un manifiesto; me gustan mucho.
PD: Leí esto y recordé algo que me dijiste hace poco.
A mi me hizo recordar situaciones especificas de mi vida, sobre todo el último parrafo. La frustracion de reprimir el odio y de revivir muchas veces la misma escena pensando por qué carajo no lo dejé escapar con todas las consecuencias, aun con la vida en medio. Muy bueno.
Gracias a todos por los comentarios... es bueno saber que en algún momento, han odiado!!
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